lunes, 17 de agosto de 2015

Querido vigésimo año de la vida que aún me queda,

has durado lo mismo que la petaca de ron que celebró a chupitos que hubieras llegado, apenas nada. Parece que fue ayer, que aún me raspa la garganta de beber caliente y oigo las risas que brindaban por ti. Que ha sido un placer recibirte, conocerte, besarte, tenerte, quererte, odiarte, reconciliarnos, volver a odiarte, volver a quererte, hacer casi eterno el ciclo y ahora despedirme.
No sé si me creo del todo que ya te vayas.
Que llegaste con la reconciliación de mi vida y me pareció que era imposible que no fueses mucho mejor que todos los anteriores, que al final has acabado no siéndolo y en bronca, pero que aún así tengo muchas cosas que agradecerte.

Ya sabes, todos los que han llegado para quedarse, los que han pasado sin pena ni gloria, el beso aquel a todo llorar, el primero en el portal y aquel otro que casi me cuesta la vida en la autopista, la declaración de amor y guerra tiritando a las 22:04 de un día de marzo. Las ciento veintisiete películas durante las que me he dejado dormir (una de ellas en el cine). Las cuarenta y dos noches que me han tapado por dejarme dormir en el sofá. Todos los días que han esperado a que me maquillara cuando se suponía -y debería haber sido así- que ya estaba preparada (los 'pero que es tarde'). Todos los vídeos de niños de internet y en los que me mencionan mis amigas por las ganas de reírnos de nosotras más que de nadie. Las veces que me han cogido la mano sólo para besarla yendo de copiloto. Los 'una más y nos vamos' que son de mentira. Te debo cada vez que Inés me ha dicho lo pesadísima que soy como hermana y la sonrisa que le sigue siempre (menos mal que tengo la suerte de ser la hermana más pesada del mundo). Gracias por los abrazos tontos sin venir a cuento que arreglaron los días aún más idiotas. Por las ojeras hasta la barbilla cuando la biblioteca era casa. Por las resacas infinitas de después de noches apoteósicas, por las veces en las que salió el sol y yo aún no había vuelto a casa. Por las gracias y desgracias. Porque mira, que he sido feliz y que me has costado a veces un riñón y tres úlceras y ganas de mandarlo todo a la mierda pero también de comerme el mundo.

Gracias por H o por U, por S y por B, porque este haya sido otro año en el que no me saco el carnet ni me preocupe, porque se acabe y me queden ganas de recordarlo, porque me besó la muerte una vez y la segunda que quiso le mordí la mano y le dije que no, que más tarde, porque ganamos la batalla. Por seguir en la guerra. Por tener quien recoja los pedazos del naufragio, por las manos que frenan siempre la caída.

Gracias, porque puedo contarte aleatoriamente y sonrío hasta en lo malo, por lo que debería haber sido y no fue, por los errores, los tropiezos y por lo bueno, sobre todo por lo bueno -gracias por hacerme inmortal poniendo mi nombre en la portada de un libro-
Y muchísimas gracias, gracias de verdad, por irte de una vez.


PD: Te quiero, de verdad que te quiero.