jueves, 30 de enero de 2014

La parte de adelante.

'alguien que te quiera bien,
que no te haga daño'
dijo que eso merecía.

Y no tenía ni puta idea de lo que era el amor.

Hablaba de que ya habíamos roto demasiadas vajillas,
de que el último plato nunca era el definitivo,
dijo que no podíamos pasarnos la vida cortándonos con porcelana barata:

la-vi-da.

Qué corto y qué jodido,
eterno sin ti.

Supongo que así llegaron las primeras veces,
con el miedo a perderse:
con el miedo a perderte.

La primera vez que corrí descalza sobre las brasas
entonando a Calamaro.

Cuando entendí que La historia sin final
era una adicción como las nuestras:
sabes que incluso antes de dejarte,
ya estaré volviendo.

Que los monstruos de debajo de la cama
nos tenían miedo a nosotros:
¿has oído lo de que aterra ser feliz?

Dicen que cuando subes mucho, 
empieza el vértigo,
que también aumenta la probabilidad de hostia:

yo siempre he tenido muy claro
que sólo me destrozabas porque te gusta recomponerme.

Bendito puzzle:
sigues siendo pasatiempos favorito.

La primera vez que bebí cerveza y no arrugué la nariz.

Cuando ya hacía tiempo que te habías ido:
fue la primera vez que me acordé de ti
y sonreí,
seguía queriendo que volvieras.

Y sin tener ni puta idea de lo que era el amor.

La primera vez que te olvidé de verdad.

Cuando dejé de intentarlo,
sabía que era imposible,
hubo un día que tuve fiebre:
y no pensé en ti.

Ahora que nos estoy escribiendo, 
creo que deberías saberlo.

Que por eso he venido aquí,
para decirte que esta mierda patológica
no es tan mierda,
que nunca he querido curarme.

Aunque no lo creas,
es mi primera vez.

La primera vez que hablé de amor 
con el estómago en la mano.

Cuando comprendí,
que quien bien te quiere,
te hará sangrar.

Y te dejé el cuchillo sobre la mesa,
esperando que usaras los dientes.

sábado, 18 de enero de 2014

Mesalazina.

He venido para decirte
que esta mierda que sangro no es tinta,
es esa puta enfermedad intestinal que me está matando,
que ya he roto demasiados lapiceros intentando inculparte
de los dolores sin fecha de caducidad
que me apuñalan la tripa.

Que todo eso que nos hemos hartado de echarnos en cara
no era tan importante
que hay vidas que valen más que las nuestras,
que tenemos que dejar de atarnos en corto,
que ya me has ahorcado suficiente

y aún así,
parece un suicidio.

Yo no sé qué ha sido de eso de la sonrisa al viento
y las dos mil veintisiete promesas de no hacernos daño,
que puede que se pueda volver
pero no se quiera,
o que se quiera pero hayamos destrozado el camino.

El caso es que nos hemos tirado con los brazos abiertos
a esta mierda de bucle infinito
de no te quiero querer, pero te quiero
y no quiero que te quedes, pero no te vayas:

son demasiadas cicatrices por milímetro cuadrado
y esto no hay peta que lo arregle.

Que dónde ha quedado lo fácil,
si podríamos darnos la mano
y nos estamos rompiendo los nudillos contra la pared.

Y no es culpa tuya,
ni tampoco mía..

que tengo que dejar de decir que,
que a nadie le importan mis explicaciones
y desde el principio estoy hablando de finales.

viernes, 3 de enero de 2014

17.

Esto no es un poema triste de amor,
es la historia de un hasta y un nunca
que no se quieren encontrar

'no te quiero ni ver'
o 'no te quiero olvidar'

y los veinticinco portazos
que preceden a los veintiséis reencuentros;
las diecisiete llamadas perdidas
y ese mensaje de 'aún te espero'
la vez que dejé el móvil en casa
porque salí corriendo a buscarte.

Esta es la historia del orgullo y las ganas
peleando en el rellano,
para subir la escalera

pero nunca de la desidia.

Es la canción que nadie va a escribirte,
porque no es triste
-ni siquiera habla de amor-
pero no hace falta.

Estos somos nosotros,
que somos los de siempre
y no somos nada,
ni nadie,
ni queremos:

pero no te vayas.